Se inauguró en 1928 con la presencia del intendente porteño y del
presidente de la Nación, Marcelo T. de Alvear. Los terrenos hasta entonces
habían sido propiedad de la familia Lezica, que había construido en el lugar
una casa de veraneo.
En
1846, don Ambrosio Plácido de Lezica adquirió el terreno de forma triangular
que limitan las actuales avenidas Rivadavia, La Plata y la calle Rosario, en la
Ciudad de Buenos Aires. Más tarde, hacia 1860, comienza a construir sobre el
lugar una finca de recreo familiar al estilo de las muchas que por esos años se
levantaban en la zona.
La
finca gozaba de una inmejorable ubicación, debido a que tenía su frente sobre
el incipiente camino a San José de Flores y, a sus lados, se hallaban dos
pulperías muy reputadas en la época: La de Martínez, por el este y, hacia el
oeste, la de Nicolás Vila, conocida en la zona por su veleta con la figura de
un caballo, que luego daría nombre al barrio de Caballito
El
predio estaba limitado sobre la actual Avenida Rivadavia por un muro de
mampostería, con pilares que enmarcaban varios tramos de reja artística. La
vivienda en sí, contaba con un amplio vestíbulo construido con una estructura
metálica y un cerramiento con vidrios de colores, que escondía parte de la
fachada. Construida con gruesos muros de mampostería, podía apreciarse desde el
frente, el ritmo impuesto por pilares que marcaban las aberturas.
Construcción
lujosa para la época contaba además con amplias dependencias de servicio, una
enorme cochera, un invernadero calefaccionado, una noria, esta última se
conserva en la actualidad en su emplazamiento original dentro del Parque
Rivadavia y un lago artificial.
La
casa fue residencia permanente de la familia desde 1871 y durante el periodo en
que la fiebre amarilla asoló Buenos Aires. Por esa época la familia
acostumbraba dar fiestas y tertulias a las que asistían frecuentemente
personalidades de la época como el presidente Domingo Faustino Sarmiento, quien
regaló a Lezica uno de los siete ejemplares de eucalipto, que había hecho traer
desde Australia, para que lo haga plantar en el parque de la quinta.
El
fallecimiento de don Ambrosio Lezica, ocurrido en diciembre de 1881, dio lugar
a un periodo de incertidumbre económica en la familia. A partir de entonces, se
despidió al personal de servicio y se dejó de habitar la quinta. Mientras,
lentamente, los alrededores se iban urbanizando, la casa sufría los deterioros
propios del paso del tiempo. Hacia 1900, estaba totalmente abandonada y el
parque era un baldío en el que, según crónicas de la época, habitaban ladrones
y fantasmas.
En
diciembre del año 1927, después de varios intentos de comprar la propiedad con
el objetivo de parquizar el terreno, el municipio dictó una ley de expropiación
para la Quinta Lezica. Los Lezica, aviniéndose a la expropiación, solicitaron
que, en el futuro, el lugar conservara su nombre. Sin embargo, una vez
realizados los trabajos de remodelación sobre un diseño del paisajista Carlos
Thays, el paseo se llamó Parque Rivadavia.